La Creación fue el comienzo de la Historia de la Salvación. Todo lo que sale de la mano de Dios es bueno para el ser humano. Lo hizo a su imagen y semejanza participándole los dones preternaturales de inmortalidad, dominio de las pasiones y ausencia del sufrimiento en el Edén. Fueron otorgados por Dios a Adán y Eva antes de la caída. El relato de la Serpiente del Génesis abre la promesa de salvación y la narración del designio de Dios de un cielo nuevo y una tierra nueva se cumple en Apocalipsis.
La sana doctrina recapitula toda la historia de la salvación en favor de los hombres en la Encarnación del Hijo de Dios, Jesús que quiere decir “Dios Salva”, verdadero Dios y verdadero hombre que expresa a la vez su identidad y su misión (Lucas 1, 31). Ya que “¿quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios (Mc 2, 7), es él quien en Jesús “salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21). De hecho es de fe que el motivo de la Encarnación es por perdonar los pecados de la humanidad. La caída de los ángeles y el pecado del hombre no fueron permitidas por Dios más que como ocasión y medio de desplegar toda la fuerza de su brazo, toda la medida del amor que quería dar al mundo. Dios creo el mundo en orden a la comunión en su vida divina, “comunión” que se realiza mediante la “convocación de los hombres en Cristo, y esta “convocación” es la Iglesia”. Fuera de la Iglesia no hay salvación.
El sentido de fe de los fieles cristianos nos despeja de adherir a errores de falsas interpretaciones sobre la autentica certeza de la salvación. Por motivos de miedo a lo absoluto, las especulaciones egoístas o estrategias humanas sobre nuestro último fin o la presunción de ser como Dios, oscurecen dramáticamente nuestra verdad de seres indigentes y necesitados. Nuestra precariedad justifica pedir una redención para ser salvados.
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San Agustín en su Comentario de los Salmos escribe: “Nuestra vida, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones; pues nuestro progreso se realiza por medio de tentaciones y nadie pude conocerse a si mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigos y tentaciones… El Señor Jesucristo fue tentado por el diablo. El Cristo total era tentado ya que en él eras tu tentado. Cristo tenía de ti la carne para sí mismo, de si mismo la vida para ti; … de sí mismo la victoria para ti. ¡Que enorme minucia!
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